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El desarrollo de la cooperación, a partir de las similitudes de países de ingresos medios altos y entre los países de mayor índices de desarrollo humano de la región, ayudan a ambos gobiernos a identificar buenas prácticas, en la perspectiva de apoyar el desarrollo de nuestros países, que en el caso de Chile, pone el énfasis en el desarrollo inclusivo y sostenible desde un enfoque de derechos, para el fortalecimiento de la democracia y de un Estado más eficiente y moderno.
Republica.com.uy, Uruguay
Santiago, 24 de agosto de 2015.- Cuando pensamos en el ámbito de la Cooperación Internacional, usualmente se asocia a la transferencia de recursos financieros por parte de un país desarrollado a uno de menor nivel de desarrollo. La Cooperación Sur-Sur rompe con este paradigma y pone sobre la mesa la transferencia de experiencias y conocimientos de instituciones y políticas públicas; la modalidad de esta cooperación se realiza bajo los principios de horizontalidad y reciprocidad en la relación entre gobiernos, los que van más allá de la cooperación asistencial desde el otrora "donante" al "receptor", y que nos convierte a todos los países en "socios cooperantes".
Precisamente, países de renta media como Uruguay y Chile, con similares indicadores de desarrollo humano, hacen palpable esta modalidad de colaboración en una dimensión distinta, ya que a pesar de reconocer sus persistentes brechas internas en materia social, entre otras, están en condiciones de apoyarse en sus esfuerzos en pos del fortalecimiento de su institucionalidad y de sus políticas públicas, compartiendo experiencias y aprendizajes de buenas prácticas.
En este año 2015, el Gobierno de Chile ha diseñado su Política de Cooperación Internacional para el Desarrollo, coincidiendo con los 25 años de nuestra Agencia de Cooperación. La Política de Cooperación chilena es parte integral de nuestra política exterior, y prioriza su acción en América Latina y el Caribe. En este marco, las experiencias colaborativas como la chileno-uruguaya, nos dejan un precedente importante que permite fortalecer la bilateralidad, así como la integración regional y explorar a futuro oportunidades de cooperación triangular en la región.
El desarrollo de la cooperación, a partir de las similitudes de países de ingresos medios altos y entre los países de mayor índices de desarrollo humano de la región, ayudan a ambos gobiernos a identificar buenas prácticas, en la perspectiva de apoyar el desarrollo de nuestros países, que en el caso de Chile, pone el énfasis en el desarrollo inclusivo y sostenible desde un enfoque de derechos, para el fortalecimiento de la democracia y de un Estado más eficiente y moderno.
En la actual coyuntura internacional, se hace necesario ampliar el escenario de cooperación, convocando a nuevos actores a participar en los desafíos de la cooperación internacional para el desarrollo; por ello, es fundamental, sumar a las acciones que realizan los Estados, a la sociedad civil, a través de la incorporación de la academia, el sector privado, fundaciones y ONG´s, como actores de esta cooperación.
Con una agenda de cooperación similar, tanto Chile como Uruguay, están en buen momento para trabajar en la convergencia de los procesos de integración hemisférica, centrándose en aquellas áreas temáticas definidas como prioritarias, en el marco de un programa plurianual de cooperación, siendo éstas: desarrollo social, medio ambiente y energía, y cooperación económica para el desarrollo. La consigna es promover el desarrollo de las naciones de igual o menor desarrollo relativo en nuestro continente, concediendo especial dinamismo a la Cooperación Sur-Sur.
En este marco, Chile y Uruguay ejecutan un interesante portafolio de proyectos, que incluyen diversas materias como ordenamiento territorial y vivienda, infancia y adolescencia, turismo, política aeronáutica, cooperación público/privada, eficiencia energética, trasplantes de órganos y procuramiento de tejidos, inocuidad alimentaria, imagen país, sistema de protección financiera para enfermedades de alto costo, entre otras.
Por otra parte, la cooperación técnica de nuestros países también puede recurrir al financiamiento por parte de Fondos Globales, como es el "Fondo de Chile contra el Hambre y la Pobreza", iniciativa chilena con recursos aportados, por los pasajeros chilenos de los vuelos internacionales, mediante un aporte solidario de dos dólares de la tasa aeroportuaria que paga cada pasajero, los que van destinados a la acción internacional contra el hambre y la pobreza en el mundo.
En efecto, con este Fondo, se financió en Uruguay un proyecto para transferir tecnologías socialmente amigables destinadas a una mayor eficiencia de energía doméstica, en comunidades vulnerables urbanas y rurales del país.
La consolidación y profundización de la cooperación técnica es un componente relevante entre nuestros países, apoyará el desarrollo de nuestros pueblos y contribuirá a la integración de la región.